Del grifo, embotellada, mineral, de baja mineralización, de osmosis inversa, agua hidrogenada, con filtros de carbono activo… Las opciones ¡son infinitas!
¿Con cuál me quedo?
◼ Agua de grifo: que sea apta para el consumo no implica que sea la mejor opción. Puede contener tóxicos vinculados a residuos sanitarios, a los conductos del agua, agroquímicos, industriales o metales pesados.
◼ Agua embotellada: debemos fijarnos si se trata de agua mineral natural, agua de manantial o agua preparada.
◼ Según la cantidad de minerales (mineralización): para un adulto sano, una de mineralización débil es una buena opción, mientras que, para un niño o un adulto con problemas renales o de hipertensión, puede ser interesante que sea de mineralización muy débil.
Según los filtros utilizados:
◼ Filtros de carbón: estos filtros eliminan cloro, parte de plaguicidas, plomo, etc, pero tienen un poder de depuración limitado, ya que no retienen todos los metales ni nitratos.
◼ Ósmosis inversa: Se trata de un sistema práctico y seguro, pero conlleva un gasto de agua elevado y un producto resultante pobre en minerales. Para corregirlo puedes añadir un poquito de agua de mar o sal marina sin refinar al agua obtenida.
◼ Agua hidrogenada: se trata de agua que ha sido enriquecida con hidrógeno. Se han asociado bastantes beneficios a su consumo, como la neutralización de radicales libres, un aumento de la capacidad antioxidante, la mejora de la circulación sanguínea, efectos antiinflamatorios… Y los estudios actuales indican que no tiene efectos secundarios.
Bebemos agua a diario, por ello es importante consumirla de la mejor calidad posible, para mejorar el estado de la microbiota, del hígado, los riñones y los pulmones, y exponerse lo mínimo a tóxicos externos.
¿Qué agua sueles consumir? ¿Utilizas algún filtro distinto a los mencionados? ¡Cuéntanoslo!