Seguro que no es la primera vez que lees o escuchas que las lectinas son malas, ¿verdad?
Pero, por si aún desconoces que son, te ponemos al día. Las lectinas, llamadas comúnmente antinutrientes (igual que sucede con los fitatos, taninos, inhibidores de proteasas, etc.), son las proteínas de defensa de las plantas. Es decir, esos componentes que protegen a las plantas de sus depredadores.
De forma general, estos componentes no suelen dar problemas, sin embargo, en personas que presentan sensibilidad elevada (como puede ser pacientes con un intestino más sensible de lo normal) o bien si son consumidos en grandes cantidades sí que puede dar lugar a problemas inflamatorios y a la aparición de síntomas como náuseas, malestar abdominal, gases o deposiciones diarreicas.
Además, también pueden interferir en la absorción de ciertos minerales como el calcio, hierro o el zinc.
En esta situaciones, podemos reducir su efecto irritante si dejamos el alimento en remojo las horas necesarias y la cocinamos de forma adecuada. Otra buena opción es germinar.
Pero ¿son realmente dañinas?
A pesar de que puedan provocar estos efectos en personas con patología, existen estudios que indican que las lectinas son antioxidantes, antibacterianas, que reducen los picos glucémicos post-ingesta (gracias a que enlentecen la absorción de HC) y que reducen el riesgo de obesidad y de diabetes T2.
Como yo siempre digo: si tan dañinas fueran las lectinas, las personas vegetarianas y veganas estarían muy mal de salud. ‼️
Así que, no tengas miedo a las lectinas. Ten miedo a los procesados, los refinados, el alcohol, el sedentarismo, la mala gestión del estrés y el tabaco. ¡Estos sí que pueden acabar dañándote!
Fuente: https://www.hsph.harvard.edu/nutritionsource/anti-nutrients/lectins/