Hace unos días te hablábamos de la prueba del estrés en saliva que, sin lugar a dudas, es la más fiable. Sin embargo, existe otra prueba que puede darte alguna pista de cómo gestionar el estrés.
¿Conoces la prueba del pulsómetro? Pues es una forma muy casera para averiguar si estás pasado o pasada de rosca.
Mira las pulsaciones basales (apunta el número); si tu sistema nervioso está equilibrado, al levantarte o hacer un pequeño esfuerzo, estas deberían subir en más de 12. Por ejemplo, si en situación de reposo estás en 60 pulsaciones por minuto (es decir, cada 60 segundos tu corazón late 60 veces) y te levantas, lo esperable es que, al medir nuevamente, estés por encima de 72 pulsaciones. En este caso que hemos puesto de ejemplo, nos está indicando que tus hormonas del estrés están funcionando correctamente y enviando sangre a los músculos y a la cabeza para estabilizarse.
Al cabo de un minuto -¡y aquí viene el tema!- deberías volver a bajar a las pulsaciones basales gracias al Sistema Nervioso Parasimpático, que es el encargado de dar relajación. Si, en cambio, no consigues bajar esos 12 o más pulsaciones, esto significa que hay demasiada actividad del Sistema Nervioso Simpático, es decir, de hormonas del estrés.
Estos cambios en el tiempo entre pulsaciones es lo que se conoce como Variabilidad de la Frecuencia Cardíaca (Heart Rate Variability o HRV) y gracias a ella podemos conocer algunos valores muy interesantes, por ejemplo: a más HRV, mayor es la recuperación y menor el estrés del organismo; una HRV baja está asociada a enfermedades; el estrés, problemas emocionales, o la falta de sueño afectan negativamente a la HRV; el entrenamiento deportivo a medio, largo plazo puede aumentar la HRV.
La baja variabilidad o amplitud cardíaca significa que vas pasada o pasado de rosca. Necesitas buscar herramientas para gestionar mejor ese estrés: meditación, hipnosis, respiración… Todo esto reduce el tono vagal, mejora tu resiliencia al estrés y te permite gozar de mejor salud de forma integral.